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ISSN 1989-4163

NUMERO 96 - OCTUBRE 2018

Y los Pájaros de Palámedes

Ramón Asquerino

(Equilibrio de vidrio)

«Entre opuestos destinos se debate mi ser, / entre dos hondas fuerzas encontradas»
«Doble vida», de Un río fugitivo: Julio Asencio
***
«Con un Narciso en su jardín
nos inventaremos un beso»
De Con un Narciso en su jardín
A Pepa Bonilla y Julio Asencio, asomados a la Y del óleo de los labios de octubre
*
Y este equilibrio de vidrio, que es el vivir
–qué te voy a contar, a ti–,
pasillo agudo, agrios hospitales,
y la esquina tibia de un café,
los mareos insidiosos del miedo,
bajo el mediodía de un cenador,
tras transparentes trampas de dolor trabadas
y en ese jardín de yerbabuenas.

Y cuando esas dos fuerzas se encuentren
en el cuarto de estar plenas,
 se abracen hasta su destino,
 sea el beso, constante de un alivio,
–porvenir ancho y alto–
quien entre en la piel,
despacio, como un roce de sordas sedas,
cuyo tacto abra la boca despacio hacia ti.

Mientras, los pájaros de Palámedes
inventaron la Y haciéndose de un vuelo,
como un velo velar entre dientes,
un susurro en el costado final del alfabeto,
revoleando tiempos de combates,
por aquella épica de Troya
–hueco traidor, galope en sangre:
el odio de los dioses desconocidos–,
cuando aún no había más congoja que la guerra,
y los quirófanos, los mareos
y el dolor se escribían solo
en los campos de batalla,
fuera de la paz de una tienda de compaña
bajo una tela de besos, narcisos y jardines.

En el fondo, allá, por los abismos de las letras,
las sílabas despiertas de su soledad
y las agrupas en alejandrinos enfrentados
como dos rozadas copas de cristal
–en este equilibrio de vidrio, que es el vivir–,
rizados dos brindis, dos labios escandidos,
 escanciados sin una ligera rozadura de hemistiquios
si no el silbo frágil de una coma,
 y una canción, lugentes campi,
en la trastienda de esos ojos,
como el azul de un bazar,
como el deseo de un canto de lobos.

Y los pájaros de Palámedes,
sin alquimias, sin destino aparente,
atinan con la letra con la que te persigo
y libre me ato, me bifurco en ti,
justo hasta nuestro octubre abrazo,
como el júbilo de la pleamar en otoño.
Y los pájaros de Palámedes
vuelen tan bajo que ni nos oigan,
 tan altos, que nos envidien
sus alas de mosto racimos.
Así, nosotros,
como el mar nuevo de cada día,
descubriéndonos a besos,
como sea, a codazos, hasta inventariar de octubre
todos los colores distantes de sus hojas,
hasta inventar sus olores.

Y  entonces, como el silbo frágil de una coma,
revolucionaremos la vida para revolear el pañal a nuestro antojo,
en compaña de los narcisos, los jardines,
ese canto de los lobos indagando
la noche de una yerbabuena,
bajo las tiendas de campaña,
asomados a la Y del óleo de los labios de octubre.

***

 

“Son las grullas. Palámedes, metamorfoseado en grulla, inventó la letra Y, cuya forma adoptaron las grullas al volar en bandadas”: Colonna, Francesco: Sueño de Polífilo: Barcelona, Acantilado, 2017. Edición de Pilar Pedraza (pp. 500 y 752).

 


Y los pájaros de Palámedes

 

 

 

 

 

 
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